Mal del Transmilenio
Fabiola era una niña que vivía en La Cabrera en Bogotá. Su casa estaba rodeada de zonas verdes y por la mañana la despertaban los pájaros. Le gustaba ir a pasear el fin de semana con sus padres a la finca de la familia y sobre todo a Villa de Leyva, para encontrarse con su amiga Melba, una francesa.
Algunos fines de semana con sus padres y sus hermanitos, iban a la casa de los abuelos que vivían en el centro histórico. Allá se encontraba también con sus tíos, hermanos de su mamá.
Un sábado, sus padres tuvieron que ir al médico a hacer revisar a su hermano menor, Pedro. Así que tenía que estar todo el día con sus abuelos. Esto, sin duda, la aburría.
El tío Jorge Iván, un periodista, les propuso entonces a los padres de Fabiola y a la misma Fabiola, llevarla a los desfiles de la Semana de la Moda de Bogotá. Fabiola estaba contenta con la idea.
Con el tío José tomaron el Transmilenio.
Una vez que subieron sobre el Transmilenio, cambió la expresión en la cara de Fabiola. Tío Jorge Iván vio el cambio en su sobrinita y le preguntó:
—Fabiola ¿estás bien?
Después de un momento de silencio, Fabiola respondió:
—Sí, tío.
El tío insistía: —¿Estás segura?
—Sí, tío Jorge.
Ambos se sentaron. El tío Jorge Iván empezó a hablar sobre la belleza de los desfiles y le comentó que en la Sala de Prensa había un café donde se podía comer y beber delicias. Le dijo que había algunas galletas de chocolate muy buenas.
—Pero no vaya a exagerar. Ya sabes que la abuela ha preparado el ajiaco que tanto te gusta.
—Tío, yo me como las galletas y el ajiaco, no te preocupes.
Respondió Fabiola con un tono seguro.
Pero el tío se dio cuenta de que la niña todavía tenía una extraña expresión, y volvió a preguntar con un tono aún más delicado:
—Fabiola, hermosa ¿qué tienes?
—El mal de Transmilenio.
El tío se quedó asombrado por la respuesta tan precisa de la niña y se puso a reflexionar: “el mal de Transmilenio ¿qué significa? Fabiola no sufre de malestar de coche, viaja y ha viajado en avión y barco, sin ningún problema. ¿Qué está pasando? Tal vez es claustrofobia”.
—Fabiola ¿Te sientes sofocar?
—No tío, solo tengo el mal de TransMilenio.
Tío Jorge Iván decidió no investigar más a fondo, porque faltaban pocas paradas para llegar. Mientras tanto, pensaba en las causas de este mal de TransMilenio, viajando con la presencia de muchas personas. Pero, al mismo tiempo sabía que era inútil profundizar en respuestas tan intensas y emblemáticas de una niña.
Solo tenía que recibirlas en su belleza irresistible y natural. En ese preciso momento, entraron en el bus un niño y una mujer, probablemente la madre, y se sentaron al frente a Fabiola y de Tío Jorge Iván. La señora tenía un ramo de rosas. El niño era rubio con ojos verdes, tenía más o menos la edad de Fabiola.
Tío Jorge Iván se quedó mirando la señora, que era muy linda y el niño tenía los ojos fijos sobre Fabiola. En un momento, el niño tomó una rosa del ramo de la señora y se acercó a Fabiola. Él dijo:
—Esto es para ti ¿cómo te llamas?
Fabiola seria, pero una expresión de felicidad, respondió:
—Gracias, soy Fabiola ¿Cuál es tu nombre?
—Julián, mucho gusto de conocerte.
El chico dio la vuelta y regresó con la elegancia de un antiguo caballero, para sentarse al lado de la mujer que lo acompañaba. En la siguiente parada Fabiola y su tío salieron. Mientras caminaban acercándose a la Feria, el tío Jorge Iván dijo a Fabiola:
—Fabi, cuando regresemos no tomaremos más el TransMilenio, tomamos un taxi ¿Está bien?
Fabiola se detuvo, le soltó la mano al tío, levantó la mirada y dijo con firmeza:
—Tío Jorge, yo ya no tengo más el mal de TransMilenio.