La novia de Papá Noel
—Para Karen cada día es Navidad. —dijo César.
—¿Por qué don Nelson se parece a Papá Noel o por qué él le hace diariamente un regalo? —le contestó el viejo que pasaba toda la mañana sentado en el café de César.
—Por ambos —le respondió César.
Karen era una chica universitaria que frecuentaba a don Nelson, un ex oficial de la Marina Militar, que se parecía mucho a Papá Noel, por el pelo y la barba blanca. También porque era gordito.
No solo se parecía por su apariencia, sino sobre todo por su forma de ser, sonriente, pacifico y muy amoroso con los niños. Los dos tenían una mutua empatía. Pasaban mucho tiempo leyendo un libro, andando hacia el teatro o al cine. Además, su relación se volvía cada día más cercana.
Karen era una chica muy espiritual, tenía el corazón de un ángel y el alma como un Universo marcado de estrellas de amor y de cariño. La cosa sorprendente que cada vez ella entraba en casa de amigos o parientes, a través de las ventanas llegaban aves. Pájaros, colibri, como se querían hablar con ella y estarle cerca.
Don Nelson la molestaba con dulzura llamandola:
” Princesita de los Pájaros”.
Almorzaban juntos y algunas veces también en la noche, si Karen no tenía lecciones en la Universidad, comían en la casa de Nelson. No solo la parte de las afinidades electivas era común, también la visión de la vida era similar. Pero los envidiosos del café siempre comentaban mal esta relación. Le veían algo de morboso, que no existía. Sobre todo el dueño del café, César, una persona con cara de bobo y el alma de serpiente.
César compartía la propiedad del café con su padre, don Darío, quien decía ser un médico naturista y que en realidad era solo una persona frustrada, amargada con la vida y sus varios fracasos.
Sus gritos se habían escuchados durante la semana en todo el condominio porque alguien de la familia había cocinado el pollo en su sartén donde él preparaba su comida vegetariana “saludable”, y lo había dañado.
Este episodio fue el chisme de todo el barrio por mucho tiempo. Cuando Karen se despedía de Nelson con un abrazo cariñoso, ellos se morían más de envidia. Y de allí salían todos los malos comentarios.
Ya eran tres semanas que Nelson no salía. Karen diariamente pasaba, con la misma frecuencia de siempre, pero con una cara triste y oscura. César no perdió la oportunidad para comentar con la misma malignidad:
—Mira la novia de Papá Noel, tan apenada. Papi, regálale un tinto, así se anima.
El portero informó a los clientes del café que Nelson estaba gravemente enfermo. César comentó con la misma “rabia interior” que Papá Noel tenía su edad y todos esos esfuerzos físicos lo habían debilitado y por esto estaba enfermo, riéndose de la situación.
Doña Ada una vecina de Nelson, asistiendo y escuchando uno de estos comentarios en el café, lo reprochó. Le dijo a César:
—Usted es un hombre sin valor, solamente envidioso de la bella relación entre Karen y Nelson. Nelson está enfermo seriamente y usted comenta y ríe sin respeto ni educación. ¡Qué vergüenza! Y adjunto en latín:
“Talis pater, talis filius”.
César no entendió las palabras en latín de doña Ada, pero se sintió ofendido, sobre todo por la presencia de sus clientes.
—Bueno doña Ada, usted que es tan culta no se ha dado todavía cuenta de que la novia de Papá Noel esta allá solo por la plata. Y adjunto en voz baja:
“Esta bruja no me la aguanto más”.
Y todos los clientes tontos y maleducados como el dueño del café, se rieron de la broma de César.
Doña Ada se acercó y lo miró directo en los ojos diciéndole:
—Usted está hecho de las mismas palabras que utiliza.
Y con su elegancia se fue a la casa.
Nelson murió en una semana. Los funerales se organizaron para el día siguiente en la noche. Una lluvia muy fuerte y una temperatura fría diferente de lo normal, nublaron la mañana, pero en la noche la temperatura bajó más todavía y empezó a llover más.
La iglesia estaba llena de gente: muchos universitarios amigos de Karen y jubilados amigos de Nelson. Cuando salió el ataúd de la iglesia, las personas no creían lo que veían. Parecía que toda la entrada de la iglesia y la calle estaban llenas de flores blancas. Pero en ese mismo momento, las personas se dieron cuenta de los gritos de felicidad de los niños, viéndolos jugar con bolas de nieve.